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la casa rosa
Albert Florent
Aunque los modelos de La casa rosa provengan de construcciones reales (que, de hecho, son retratadas con una intención documental, de archivo visual), Albert Florent (Madrid, 1994) los representa en un espacio imaginado, casi onírico; un ambiente de cielos despejados y mar en calma, pulcro, solitario, silencioso y sereno como un atardecer estival (Roy Anderson en el Mediterráneo). La sensación de irrealidad y de extrañamiento se realza con la elección del punto de vista: los ángulos y la composición fragmentaria con la que se presenta la arquitectura de estos edificios se alejan de ofrecer una representación de conjunto formal, plana y funcional.
La atmósfera de quietud total que se desprende de las seis pinturas se ve apenas alterada por pequeñas pistas caprichosas que, como un leve ruido lejano, revelan la presencia humana, destellos de vitalidad (un brazo furtivo en una ventana, un discreto chapuzón en la piscina, una pareja de gorriones) que nos recuerdan que estos son espacios habitables, amables, no meros monumentos inalcanzables que deben observarse desde la distancia. Hay, de hecho, una plácida calidez en toda la serie que invita a entrar en el lugar, a sentirse confortable en él, y que se manifiesta de forma más evidente a través la elección del rosa pálido con el que Florent sustituye el frío minimalismo del blanco o el brutalismo gris del hormigón por los que se suelen caracterizar estas construcciones en la realidad.
Asimismo, la geometría racional de los edificios y su superficies uniformes y planas, contrastan en curiosa harmonía con la textura irregular de la vegetación circundante. Más que imponerse violentamente en el entorno, los edificios parece emerger de él, como minerales cristalizados que surgen de la roca.
Hermanos Alquézar
La casa rosa puede visitarse hasta el 27 de noviembre; de lunes a viernes de 10h a 18.30h (miércoles cerrado).
Otros horarios con cita previa.